miércoles, 25 de julio de 2012

Una democracia consumista

XIMENA PEREDO (120720)

Nos han entretenido bastante con el cuento "del tiempo de la sociedad civil", sin aclarar cómo se libra uno de la esquizofrenia política de responder al nombre de "señor ciudadano", sintiéndose todo el tiempo estafado. Aceptamos los aplausos, las galletitas y el café, pero no entendemos por qué nos felicitan si sólo meneamos la cabeza de arriba abajo. La identidad "ciudadana" es una jaula creada por el Estado autoritario. Las mejores historias comienzan con una oración verdadera, escribió Hemingway. Somos consumidores. No somos ciudadanos.

Quizá estas aseveraciones podrán entristecer o indignar a muchos, pero ocultan una gran esperanza. La máxima imposición de un pequeño grupo a las mayorías no es política, sino económica. No debe extrañarnos que este show que llaman "democracia" sirva para mantener intereses económicos de muy pocos. A diferencia de la esfera política, en la que nuestras opiniones importan poco menos que un comino, en la esfera económica somos importantes. Cuando el movimiento #YoSoy132 propuso el boicot como un medio de presión política me pareció que daba en el blanco. Los partidos políticos obviamente se han desmarcado del llamado a castigar a Televisa y a Soriana, pero hace mucho dejaron de merecer que escucháramos su consejo. A diferencia de la esfera política en la que sólo podemos marchar y protestar para manifestar nuestro desacuerdo, sin que esto garantice mejoras en los gobiernos -¿es esto democracia?-, la decisión de no consumir ni fortalecer marcas que consideramos que nos dañan, nos corrompen o les roban futuro a las próximas generaciones nos otorga por primera vez poder para cambiar las cosas.

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